jueves, 11 de abril de 2013

Juntos en el camino



¡Ven a ver! Fue lo único que escuché en el justo momento que perdí la señal de la transmisión en vivo desde el Vaticano. No hizo falta ninguna otra referencia. Como todo Roma, tenía puesto los cinco sentidos y el cuore en San Pedro.
¿Podría ser verdad? Una ciudad que reúne tantas culturas, tanta diversidad, tantos credos… y así como la ciudad de Roma el mundo entero ¿tendría realmente la mirada puesta en esa fumata blanca? No hice más que cruzar la puerta hacia la sala y comprobar a través de la televisión como las calles y toda Roma se paraba, o mejor dicho, se movilizaba para ir a conocer y dar la bienvenida a su nuevo Pontífice.
Ya en la esquina pasaron varias personas corriendo, lo que confirmaba la fumata que no pude ver. Eran las 19:10 en Roma. Aunque tenía como la mayoría de los católicos casi un mes pensando en este momento y estaba todo “calculado”, en la multitud se percibía una confusión que hacía seguirlos casi por inercia mientras por sus cabezas se mezclaban mil preguntas: ¿qué hago? ¿Sigo corriendo, tomo el tranvía, bajo hasta el metro? ¿Quién será el Papa? Intentos de rezar algo por ese pobre hombre al que, de un instante a otro, le cayó todo el peso de la humanidad sobre sus hombros.
En cada escena mostrada de las personas que acudieron a San Pedro se iban juntando rostros que sin conocerlos los conocía, quizá por el mismo objetivo al que nos dirigíamos. Las calles de Roma brillaban de una forma especial por la llovizna que desde temprano las empapaba pero también por los repentinos cambios de rumbo que se daban y por unas campanas que causaban eco.
Lo que había comenzado a ver hacía 15 minutos se había multiplicado. Cientos de personas corriendo hacia la misma dirección, policías parando el tráfico y dirigiendo a la multitud, la banda de la Guardia Suiza en plena calle marcando los acordes de un camino que comenzamos juntos.
Eran ya las 19.30 aproximadamente y al encontrarte con la plaza casi repleta de gente, sentías cada vez más el ansia de conocer a aquél con el que hoy comenzaríamos un nuevo camino juntos.
En esos momentos de espera era inevitable recordar todo lo que en apenas un mes habíamos vivido: la humildad y sencillez de un Papa que sin importarle su prestigio frente a un mundo donde el poder y los cargos prácticamente definen el valor de una persona, decidió ocultarse y desaparecer para hacer la voluntad de Dios y dejarlo actuar en su Iglesia.
También venía a mi memoria ese “la Iglesia está viva” que tanto nos repitió en los últimos encuentros que tuvimos con él y que hoy nuevamente se podía palpar con tal manifestación de fe, afecto o al menos curiosidad que movió a tantos y tan distintos a unirse en un mismo camino.
A su vez resonaban unas frases que pocos días antes me llegaron de nuestro querido Papa, que fue el Papa que vió a mi generación crecer, el Beato Juan Pablo II: el cónclave no es una reunión de Cardenales que van a dar un Papa al mundo. Es una reunión de Cardenales que lo reciben del Espíritu Santo y lo anuncian al mundo. Y que tal acción era una obra de toda la Iglesia, en la que nosotros colaborábamos notablemente con nuestra oración y sacrificios. Total, ya estaba elegido. Lo hemos recibido todos y solo faltaba que nos lo dieran a conocer.
Se encendieron las luces y otros minutos de espera hasta que salió el cardenal protodiácono a anunciar el Gaudium Magnum –una verdadera alegría que se tradujo en fuertes aplausos- Habemus Papam… Y de inmediato se empezó a escuchar entre la gente: ¡Francesco! Francesco è il suo nome come Papa. Tiene 76 años… ¡Es Argentino! Increíble. El primer Papa no Europeo de la historia. El primer Papa de tierras americanas que, como él mismo nos dijo después, lo encontraron en el lugar más lejano del mundo. Y en breves minutos ya comenzaba a corearse en la plaza el ¡Francesco! ¡Viva el Papa! Sin ver su rostro, sin haber escuchado su voz, ya su pueblo lo quería y lo aclamaba. Algo que solo me explico a la luz de la fe.
Hasta que finalmente las cortinas rojas nos dejaron ver la figura de aquel hombre vestido de blanco que ya daba igual de dónde fuera: italiano, polaco, alemán, argentino… ¡Ciudadano del mundo! Como dijo Benedicto XVI en su última audiencia, el corazón de un Papa abarca la humanidad entera. Pastor, guía y cabeza de todo un pueblo al que enterneció con sus sencillas y emotivas palabras, con las que pidió ser antes bendecido con nuestra oración.
Buona notte e buon riposo. Así se despidió el Santo Padre. Como un padre que se despide de sus hijos para que vayan a descansar. Estoy segura que allí no terminó la noche de Francesco I, quizá ni siquiera terminó y se unió con el día siguiente. Pero ojalá nosotros tengamos el cariño filial de no dejar que termine nuestro día sin acompañarlo con oración y sacrificios –así sea el cansancio de una jornada de trabajo- en este camino que hemos comenzado juntos.

Los dejo con el video donde anuncian la elección del nuevo Pontífice... 

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